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En agosto de este año expiran las últimas 19 mil 732 licencias que fueron expedidas en Carolina del Norte con el respaldo del número de identificación tributaria (ITIN) o W-7, que permitió a 220 mil 982 indocumentados conducir sin problemas por las autopistas del país desde 2002.

Es probable que este hecho genere un éxodo de los portadores de los permisos de manejar a los tres estados donde todavía otorgan licencias a indocumentados, Nuevo México, Washington y Utah o se trasladen a ciudades donde el transporte público facilita desarrollar las actividades de la vida cotidiana sin necesidad de desplazarse en un vehículo privado, como Nueva York, Chicago, San Francisco y Washington DC.

También es posible que los carentes de permiso de conducir se regresen a sus países de origen o simplemente se queden y conduzcan con el riesgo de ser arrestados y eventualmente deportados.

Conozco a una chica bella e inteligente, que se graduó de la secundaria hace cuatro años, pero que al ser indocumentada no pudo continuar sus estudios de educación superior. Sin embargo, actualmente administra exitosamente una oficina de una empresa comercial.

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Esta muchacha participó en varios concursos de belleza locales y regularmente me la encuentro en las actividades públicas que se realizan a favor de una reforma migratoria integral y por la legalización de los estudiantes indocumentados.

Sabiendo que llegó de Centroamérica siendo adolescente y que no tiene estatus migratorio, le pregunté como hacía para manejar en Charlotte y me respondió mostrando picardía en los ojos negros y soltando con su dentadura blanca, una sonrisa nerviosa: "manejo con la licencia de Dios".

Ella cuenta que nunca tuvo la oportunidad de tramitar su permiso de conducir y que esto ocurrió con muchos de sus amigos y conocidos.

La posibilidad de operar automóviles se ha convertido en un nudo gordiano para los indocumentados a los que se les fueron cerrando las puertas, estado por estado, para tener el privilegio de manejar.

La pesadilla se formalizó nacionalmente en mayo de 2005 con la aprobación de la ley federal Real ID, que se ideó contra el terrorismo, pero que en la práctica terminó afectando a los indocumentados.

La Real ID estableció requisitos de seguridad para la expedición de licencias de conducir e identificaciones por parte de los estados de la Unión Americana, lo cual era totalmente comprensible tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

No obstante, a esta ley, promovida por el representante James Sesenbrenner, que pasó en la Cámara con 368 votos a favor y 58 en contra, y que en el Senado tuvo una aprobación unánime, le agregaron medidas migratorias, que han dejando a los "ilegales" sin licencias.

Se suponía que todos los estados cumplieran con la Real ID en abril de 2008, pero el plazo se ha ido extendiendo hasta el actual 2011.

En Carolina del Norte el drama comenzó antes del Año Nuevo de 2005, cuando el Departamento de Transporte estatal anunció que cambiaba las reglas para emisión de las licencias, reduciendo los documentos requeridos para sacar el permiso. Y en julio de 2006 la Legislatura eliminó definitivamente el ITIN como respaldo para la expedición de la licencia.

En los tres estados donde los indocumentados todavía pueden sacar el permiso, se estudian medidas para abrogar la posibilidad de que obtengan el documento.

En Utah, 42,000 indocumentados conducen con licencias especiales que se empezaron a emitir hace seis años, pero en el Senado estatal cursa el proyecto SB 138, que propone abrogarles ese privilegio.

En el estado Washington, el Senado estatal controlado por los republicanos contempla el proyecto SB 5407 que impediría que los indocumentados obtengan la licencia.

Por fortuna en Nuevo México, donde se han expedido licencias a extranjeros desde 2003, los legisladores rechazaron una propuesta, apoyada por la gobernadora Susana Martínez, que le habría quitado la opción de tener permisos de manejar a quienes carecen de estatus migratorio. Así habrá 82,000 indocumentados menos que podrán presentar un documento en lugar de solo atenerse a "la licencia de Dios".

Rafael Prieto Zartha es un periodista independiente que escribe sobre inmigración y otros temas relacionados con los hispanos. Dirige el semanario Mi Gente, en Charlotte, Carolina del Norte.

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