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Después de los ataques del 11 de septiembre en Nueva York, muchos jóvenes sintieron la necesidad de enrolarse al ejército para enfrentar a los causantes.

Alfredo De los Santos, un dominicano que de niño emigró a Estados Unidos junto a sus padres, fue uno de ellos.

De los Santos dijo a AOL Latino [HuffPost LatinoVoices] que "la barbarie cometida aquel día" fue contra "su casa" y que "tenía la obligación moral de ir a la guerra para frenar a los terroristas y asegurar la paz de esta nación".

"Para vivir en una tierra de libertad, hay que luchar por ella. Pagué un precio y volvería a la guerra por ese ideal si es necesario" reitera De los Santos en la entrevista.

En un combate en Afganistán, De los Santos perdió la pierna derecha.

El 20 de octubre de 2009 comandaba una patrulla en la provincia de Helmand cuando su grupo fue emboscado por una columna de insurgentes. El vehículo en que se movilizaban fue alcanzado por una granada.

"La granada mató a tres de mis compañeros. Mi pierna voló por los aires y cuando me estaban evacuando del vehículo, fui alcanzado por un disparo que me destrozó el hombro. Lo único que recuerdo es haber despertado en un hospital en Alemania, después de diez días en coma".

De lo Santos vive de milagro. Las esquirlas de la granada no sólo le mutilaron la pierna más arriba de la rodilla: sufrió severas quemaduras en el rostro y laceraciones en el cráneo; tuvieron que reconstruirle la mandíbula, perdió varias piezas dentales y parcialmente la capacidad auditiva del lado derecho, detalla.

El joven dominicano era sargento, al frente de un grupo de soldados de las fuerzas especiales. Era paracaidista de la División Aerotransportada Número 82, basada en Fort Bragg, Carolina del Norte.

Directo y orgulloso, Alfredo De los Santos narra su experiencia en el frente de guerra donde participó en misiones en Kuwait, Irak y Afganistán. Se enlistó en el ejército un 23 de febrero de 2003.

"Los ataques fueron el llamado del deber, porque los ataques contra Nueva York los viví en carne propia; desde la terraza del periódico donde trabajaba, vi caer las torres. En los días subsiguientes, como diseñador gráfico en un medio de noticias, veía continuamente fotos de la destrucción y entre ella, el gentío clamando justicia por sus familiares muertos allí".

El sargento Alfredo De los Santos nació en la República Dominicana y llegó a Nueva York el 24 de abril de 1986 con sus padres Hilario De los Santos y Josefina Uzeta, y sus hermanos: Maribel, Emanuel y Wendy.

Vivió inicialmente en Washington Heights, el enclave dominicano del Alto Manhattan; hoy reside en la ciudad de Hopewell Juction, al norte de la ciudad de Nueva York.

Graduado de la escuela secundaria Park West, y obtuvo una licenciatura en Diseño Gráfico y Comunicaciones en el City College; por varios años trabajó en la New York University (NYU), en la Autoridad de Vivienda de Nueva York y luego en los periódicos Noticias del Mundo, Tiempos del Mundo y finalmente, Hoy.

Alfredo retoma el diálogo sobre el tema militar.

"Quería hacer algo y me tocó. Mi trabajo en el ejército fue lo mejor que hice en mi vida. Lo volvería hacer sin dudarlo. Allí uno aprende a valorar muchas cosas, sobre todo, a ser solidario, a ayudarse el uno al otro, a trabajar en equipo y a intercambiar conocimientos con otras culturas".

Exhibe sus medallas y reconocimientos por su desempeño militar: el Corazón Púrpura del Ejército por ser herido en combate, la Estrella de Bronce, la Medalla por el Servicio a la Defensa Nacional, la de su participación en la Guerra Global Contra el Terrorismo, la del Servicio Humanitario, la Medalla de la OTAN, Medalla por la Guerra de Irak y la Insignia de Valor como Paracaidista.

Aunque la herida cambió su vida, asegura ser ahora más feliz que antes.

"Es que la vida me dio una segunda oportunidad. He vuelto a nacer. Antes renegaba de muchas cosas, ahora miro la vida de otra forma; cuando estoy con mi familia, disfruto cada segundo intensamente".

Alfredo irradia optimismo y alegría en su rostro. Dice que a sus 41 años tiene mucho que aportar a esta sociedad.

Su recuperación en el hospital militar Walter Reed de Washington, DC, duró dos años. Allí aprendió a caminar de nuevo con su prótesis, a movilizar el hombro reconstruido. Aprendió a articular palabras, porque había sufrido la destrucción del maxilar inferior. Y a enfocarse en la práctica deportiva.

"Soy miembro del equipo Paraolímpico del ejército y cuando no estoy en casa estoy en alguna competencia. Disfruto mi nuevo estilo de vida, realmente ni tengo tiempo para quejarme" agrega sonriente Alfredo.

Tiene seis prótesis que intercambia según el deporte. Su especialidad es la velocidad en bicicleta, pero además hace lanzamientos de jabalina, disco, bala y es tirador de arco; es bueno en natación y como buen dominicano, dice que es campeón bailando merengue y bachata:

"Muchacho, ¡usted que cree!, tengo una prótesis cosmética que me resuelve de lo más bien bailando, usted viera. Nadie me queda bueno bailando".

Ha participado en las maratones en Chicago, Miami, Boston y Nueva York.

"Ahora me estoy preparando para la maratón de Nueva York, El año pasado llegué entre los primeros treinta de doscientos competidores en mi especialidad, en abril fue sexto en Boston y en julio obtuve el primer lugar en Brasil".

El entusiasmo de Alfredo parece inagotable. Y, dice, su inspiración son su esposa Jeanette, su hija Josley de 16 años y el varoncito, Jessy de 10.

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