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Seis días han pasado desde que un terremoto de 8.9 grados Richter y el posterior tsunami azotaron Japón, pero para Enrique Díaz Mirón, un mexicano que reside en el país del Sol Naciente, el tiempo parece haberse detenido.

Para este latino, que trabaja para una compañía tecnológica en ese país, el temblor no fue lo más duro de vivir, sino los días que han seguido desde que la tierra despertó y pareció hundirse bajo sus pies.

"Lo que viene es lo duro (...) afortunadamente en casa no pasó nada grave porque vivo en Yokohama y salvo un apagón de 20 horas, estamos bien. Lo que me preocupa es lo que sigue, tenemos poca información y hay escasez de alimentos, energía y combustible", dice en entrevista exclusiva para AOL Latino Noticias.

Después del temblor el sistema de transporte funciona a medias, con descansos programados, lo mismo que la electricidad; amén de que los supermercados están casi vacíos por las compras de pánico de quienes buscan abastecerse de alimentos ante la alerta nuclear.

Enrique vive en Yokohama, la capital de la prefectura de Kanagawa y considerada la segunda mayor ciudad de Japón después de Tokio, además de formar parte de su área metropolitana, pues está a 30 Km del centro de la capital.

Esta ciudad tiene 30 millones de habitantes.

A pesar de que Yokohama se encuentra a 400 Km de Sendai, epicentro del sismo y tsunami, los habitantes de la metrópoli japonesa tienen miedo: el área, tradicionalmente en movimiento porque alberga a la población que a diario se desplaza a Tokio para trabajar, luce como una película post apocalíptica.

"Las carreteras han sido cerradas, no hay electricidad ni gas, en los supermercados ya faltan los alimentos y tenemos que trasladarnos cada vez más lejos (...), los pocos trenes disponibles están saturados y parece una ciudad irreal", relata Enrique.

A pesar de los apagones programados y la falta de suministros, esto no es lo que más preocupa al mexicano, quien tiene en Japón una familia que incluye esposa e hijos.

Para él, igual que para los numerosos latinos en la nación asiática, la prioridad es mantenerse informados –y alertas- sobre la situación nuclear en Fukushima.

Enrique cuenta que aunque están a 300 Km de la planta, el miedo a una catástrofe nuclear es un tema permanente en las conversaciones familiares.

"El gobierno ha dicho que la evacuación es sólo para quienes vivan en un radio de 20 Km desde la planta, que los demás debemos permanecer en casa y salir lo menos posible, así que derivado de esta información la empresa para la que trabajo no ha establecido un plan claro de contingencia.

Trabajamos desde casa y se nos ha abierto la posibilidad de regresar a nuestra casa o trasladarnos hacia Osaka (sur) para estar más tranquilos, pero nada se ha discutido a detalle".

Para Carlos Alberto López, un peruano que también reside en Yokohama, la situación es cada vez más apremiante:

"Estamos en una zozobra constante, la gente no se aventura a salir, los días son muy largos y estamos siempre a la espera de un nuevo temblor o de escuchar que finalmente hay un desastre nuclear en Fukushima".

Cuenta que estos temores, sumados al deseo de salir del país han traído además problemas con su esposa, una japonesa que desea permanecer al lado de su familia, y evita cualquier plan de emigrar hacia Latinoamérica.

Hasta ahora, este par de latinos solamente tiene clara una cosa: desean tener fortaleza –y suerte- para reponerse de esta tragedia y continuar con sus planes de vida otra vez de cero.

"Este país (Japón) me ha dado muchas cosas, no quiero abandonarlo por lo que para mí representa, soy solidario con mis hermanos japoneses que me recibieron con tanto amor, pero tengo que pensar por ahora solamente en lo que es mejor para mí y mi familia", finaliza López.

Hasta el cierre de esta nota, ambos hispanos seguían esperando instrucciones precisas de sus embajadas y/o empresas para decidir su permanencia en Yokohama.

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